Miren Uriz
Diario Noticias 2007ko Maiatzaren 18a
Los jóvenes, las personas jóvenes, aquéllos que se mueven entre el despertar a la misteriosa madurez y la placidez del sueño de la adolescencia, observan cómo se manejan sus ideales desde arriba y, si les queda esperanza para la credibilidad, se manifiestan y reclaman medios y recursos más dignos.
¿No son el objetivo de las campañas de captación de consumidores para programas y actividades que se elaboran al margen de ellos, cuando deberían ser los sujetos y gerentes de estos programas?
Desde organizaciones sociales y políticas progresistas, inquieta y preocupa encontrar la forma de acercarse a sus demandas, deseos, necesidades, etc... La reticencia a incorporar sus ideas (las de los jóvenes) en los debates públicos denota cierta miedo por parte de los dirigentes, lo que conduce a fracturar más la denominada época de transición a la vida adulta.
Es obvio que no se puede trabajar ni hacer política al margen de los jóvenes, pues son nuestra sociedad y en torno a quienes se articula el futuro, con nuevas formas de hacer política basada en un pensamiento más humanitario y solidario.
Para obtener una independencia y autonomía dignas, debe regularse desde lo público unas condiciones de alojamiento y vivienda satisfactoria; programas y proyectos educativos que les permitan conseguir un empleo estable, sin olvidar buscar fórmulas que eviten los fracasos prematuros escolares y que ayuden a una integración social plena.
El reconocimiento de sus voces en los espacios e instituciones públicas no es una fantasía sino algo real y, para ello, ha de establecerse una relación más tangible de los jóvenes con el sistema, por lo tanto es necesaria su participación en todas las instituciones locales.
Siguen de cerca, la gran mayoría, los movimientos sociales, como las últimas luchas protagonizadas en Francia por jóvenes de diferentes sectores sociales. Sus protestas las consideran como portadoras de una alternativa a la sociedad actual. Estas propuestas tratan de contrarrestar situaciones de su vida diaria como la selección y discriminación escolar, empleo inseguro, escasez de centros sociales y culturales, viviendas inaccesibles, etc...
Cerrar los ojos no cambia la realidad; sus protestas se hacen eco de una situación de alienación y vulnerabilidad ante un estilo de vida consumista, de la adoración y triunfo de la imagen: formas de vestir, ausencia de referencias culturales, dependencia familiar forzosa... Y rechazan la confrontación y crispación actual como forma de hacer política.
Hay que tener en cuenta que, aunque la mayoría de los jóvenes que se movilizan y reivindican sus espacios y necesidades no tiene en cuenta la acción política, sus objetivos y actuaciones sí son políticas.
¿Dejamos oír su voz? ¿Podemos creer y esperar que los jóvenes participen y crean en la democracia sin estar representados por ellos mismos? ¿Debemos permitir desde los partidos y organizaciones e instituciones públicas que se les convoque solamente para que depositen su voto y sigan siendo objetos perceptores de los proyectos consagrados desde la elite política, para ser después abandonados?
Es natural que se sientan desvinculados de las ideas y acciones de emancipación de los movimientos sociales, así como de la historia sociopolítica y de evolución de nuestra memoria histórica. La educación no contempla esta enseñanza...
Es hora de reflexión y de reconocimiento si queremos que los jóvenes se impliquen por sus propios intereses que, en consecuencia, son los de todos los ciudadanos que desean vivir sin grietas generacionales y sin miedos.
No debe crear desconfianza el hecho de que los jóvenes no pertenezcan a partidos, las organizaciones de izquierda deben aceptarlos como a unos aliados para que a nuestros ayuntamientos y Gobierno llegue el cambio progresista, integrador, intercultural y, con ello, la democracia, y no solamente una reserva de votos para las próximas elecciones.
Es necesario elaborar minuciosamente programas que atiendan cuestiones como los apoyos a:
-Presencia de educadores escolares en los centros educativos y que palien los fracasos escolares y la baja autoestima derivada de la competitividad generada desde una sociedad que se empeña en fabricar elementos triunfadores.
-Programas de promoción y prevención de salud y hábitos de vida saludables (los jóvenes no quieren padecer trastornos alimentarios, ni deteriorar y arriesgar su salud con sustancias aditivas, ni embarazos no deseados, etc…).
-Creación de viviendas dignas y o alquileres con derecho a compra…
-Espacios de ocio okupados entre todos (jóvenes, ayuntamientos, colectivos ciudadanos…).
Y, por no finalizar con el riesgo de que este documento se convierta en otro más necesario para lavar conciencias, dejemos recobrar su sentido de iniciativa y creatividad, a través de sus propios proyectos, sueños, fantasías, conquistas y, sobre todo, dar la posibilidad de que los pongan en práctica.
Así que queda abierto el papel para que ellos, los jóvenes y las jóvenes, escriban y hablen sobre su ideología, moral, independencia, cultura, formas de relaciones, afectos, valores, miedos; en definitiva, sobre su propio viaje